El Dr. Jorge Valtierra conduce proyecto para reavivar la identidad cultural de comunidades en Chiapas
Adriana Rojas León
Vicerrectoría de Investigación
El trabajo del Profesional con Valor impactó de manera directa a las localidades San Juan del Río (población de 50 personas) y Santa Rosa el Oriente (250 personas); e indirectamente a la comunidad El Nuevo Porvenir (población semi urbana de alrededor de 1,000 personas).
Chiapas tiene como característica ser un lugar de llegada de personas refugiadas de Guatemala que, si bien, se han convertido en poblaciones indígenas naturalizadas mexicanas, “siguen teniendo el estigma de ser de fuera, de ocupar un territorio que originalmente no es de ellos; por lo que viven una situación de marginación muy grave. Afortunadamente, esta población tiene mucha vitalidad lingüística y una gran independencia en cuanto al trabajo del campo”, señaló el Dr. Valtierra.
“No les interesaba recibir dinero para invertir en sus campos de cultivo o para mejorar su casa, su problemática no iba por ahí. Decían ‘bien o mal, nosotros comemos y bien o mal entre todos nos arreglamos, pero nadie nos hace caso’, eso es lo que detonó una plática de lo importante que es valorar su lengua, sus costumbres y su cultura”.
La necesidad era ser visibles. “En general, las poblaciones indígenas en México tienen esa característica. No son visibles ante el Estado, ni ante otras poblaciones como nosotros, que siempre los estamos folklorizando o reinterpretando, pero no nos acercamos para conocer cuál es la realidad, su pensamiento, ideología o las maneras en que resuelven las situaciones, sobre todo en una coyuntura tan fuerte como la pandemia”.
Con la problemática identificada, el investigador, en colaboración con colegas de otras instituciones como la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y apoyados por el financiamiento de la Universidad La Salle y de Conacyt, realizó talleres en los que los habitantes de las comunidades fueron los protagonistas, a través de una dinámica de antropología colaborativa. También, construyeron una serie de materiales en la lengua chuj y q’anjob’al, como señalética y un calendario gregoriano para la época de cultivo.
“Les encantó. Además de que vieron la fotografía de su comunidad, también obedecimos a la ortografía que viene en la Academia de Lenguas Mayas de Guatemala. Se sintieron tan identificados y empezaron a extender esto otras comunidades, que, de igual forma, querían participar”.
Este proyecto de fortalecimiento de la identidad cultural también detonó una cohesión social en una región dividida por sus ideologías religiosas y políticas.